devenir II

«Y te preguntaré,
por qué te parecés tanto al sol».

Esta vez, hubo otra vez.
Y aunque hubiera sentido urgente proyectar, entendí que no.
Que el cazador de crepúsculos está muy seguro de la inseguridad que le genera la incertidumbre de los pequeños futuros que se avecinan. Y que es «infinita esta riqueza abandonada.»
Esta vez aunque nos atravesó la lluvia y su noche, la poesía llenó los errores y el vino.
Esta vez la excusa fue un perdón dilatado mientras sonreímos con algunas confirmaciones instantáneas. Algunos suspiros. Algunas geografías mínimas encontradas. «El tiempo se siente menos si nos estamos quietos», dijo citando al citado Julito. Siempre Julito.
Esta vez hubo una historia relatada y un tiempo que pareció de mentira.
Maracuyá. Radiohead. El tren. Las luces rojas de un afuera todo intenso. Las calles perdidas. Las huídas conscientes. La inconsciencia. El café urbano. 2am. 3am. 4am. El fuego de la confianza y la espera y las fantasías. Cataratas. Países sin rostros. Países con rostros. El cigarrillo y sus controversias. Las condiciones de borde. Los besos en el hombro.»Vos sos de luz». «A mí, aunque quieras, no vas a asustarme con tu oscuridad.»
Hubo frases sólo confesadas, alguna vez, en el primero del singular. Verdades en voz alta y susurros desarmadores poblados de espinas. El mar y el cielo, continuados. «Hay cosas que a veces no puedo expresar.» «Yo me la re jugué.» Hubo la sensación bukowskiana de que no hay nada peor que demasiado tarde. Y hubo la paz de saber, que los demasiado tarde también son burleables. Y que siempre nos quedará el verano con su idiosincrasia de amante.
Hubo «el perro del maldoror, en esta noche en este mundo, donde todo es posible.» Hubo una reminiscencia a las letras y a los nombres que nos incendiaron desde la misma infancia. A mi nadie me convence que al amor no se lo hace con palabras.
Hubo unas miradas, unas miradas cual nudo en la garganta. ¿Cómo se dice eso que obtura la palabra de tanto que es, de tanto que quiere ser? ¿Silencio? ¿Ojalá?
Abrazamos las heridas y quedamos abiertos a las que vendrán. Por momentos las venas me queman ante la impotencia de lo que se va, de los juegos y las tumbas que se fueron.
Seguiré creyendo, contra toda distancia, que el amor no puede no ser lo que nos contaron. Lo que nos venimos contando.

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